domingo, 21 de marzo de 2010

Entre niebla y estrellas

Aun lo recuerdo; las aves nocturnas nacían una a una de los árboles azotados por la oscuridad.


Desde la calidez de la superficie de la cama lograba ver por la ventana una cantidad sorprendente de estrellas, que al parecer se multiplicaban al aumentar la euforia.


Mientras ellas aumentaban en número, la ventana poco a poco fue perdiendo su forma normal; comenzó a expandirse en todas direcciones, para finalmente hacerme subir en un mar de emociones entre los cristales y el marco deformado.


Pronto note que aquel vuelo no era en soledad, muy por el contrario, pues fuertemente sujeta a mi mano, una mano un tanto más pequeña que la mía me hacía compañía.


Ya lo había olvidado casi por completo; todo había comenzado unas cuantas horas atrás, cuando la invite a aquel lugar a conversar de mil cosas que poco tenían que ver con lo que pronto sucedería, mi intención era muy lejana a lo que se aproximaba, en todo sentido por lo demás.


Fascinado por lo que se presentaba frente a mis ojos, trataba incluso de no pestañear para no perder, siquiera un segundo, la imagen creada por la niebla por la cual subía para participar de un extraño ritual con las estrellas y aquella niebla azul como únicas testigos.


Mientras las estrellas me mareaban con su centellear, me sentí atraído hacia un costado y poco a poco fui cayendo, por una extraña presión, a la suave superficie estelar que esperaba paciente por mi cuerpo y por el de alguien más; ella estaba ahí, ahora entendía su presencia, era precisamente ahora cuando entendía la razón de la situación creada a mi entorno, tanto por ella como por los que serían mudos testigos del hecho que pronto consumaríamos entre niebla y estrellas.




Dedicado a aquella dulce y pequeña niebla que de vez en

cuando recuerda cada una de aquellas estrellas...