martes, 24 de noviembre de 2009

Del cómo fui a convertirme en un criminal...


Fue así como todo comenzó. En ningún momento pretendí encontrarme con ella, ni, mucho menos, convertirme en un criminal a causa de lo que el inconciente me dictó hacer, pero, sin lugar a dudas, fue su belleza la que despertó en mí aquella incontenible idea de poseerla, pero no necesariamente para mí.


Esa tarde yo caminaba tranquilamente, casi con la mente en blanco. La verdad mi destino era bastante incierto. Luego de varios minutos, desde el comienzo de mi caminata, di con ella en la esquina de una casa; tras la reja, en el patio.


Traté de disimular el asombro apurando el paso para así perderla de vista lo antes posible, pero, como era de esperarse, una imagen como aquella resulta difícil, casi imposible, de borrar de las grietas de la memoria, donde pueden desaparecer por lapsos de tiempo para luego reaparecer con una fuerza aun mayor, casi transformando y, peor aun, idealizando y divinizando aquello en el recuerdo.


Es por ello que, luego de seguir caminando, el recuerdo comenzó a asediarme, de manera tal, con lo cual llegué, incluso, a cuestionarme el por qué de mi actitud, el por qué no haber entrado en contacto con ella, el por qué de no haberla tocado o incluso cogido simplemente, si el único obstáculo que se interponía entre ambos era una baja reja fácilmente sorteable.


Sin embargo, con cada apresurado paso que daba, me alejaba más y más de ella, no así del recuerdo, aunque perfectamente sabía donde podría volver a encontrarla para furtivamente arrancarla, pues para ello solo bastaba el volver sobre mis pasos.


Comenzaron a suceder, entonces, una tras otra, las ideas del cómo poder cogerla sin tener problemas ni conflictos, además del que tendría con mi propia conciencia, por el ruin acto que pretendía llevar a cabo.


El sol, alto en su estadio, sería el único testigo del acto próximo, pues para estas alturas ya había decidido el regresar para admirar una vez más su belleza. Pero, para cuidar la discreción de este acto, decidí tomar vías alternativas, sin perder el sur que concluiría cuando por fin me volviera a encontrar con ella.


Ya solo faltaba una cuadra; mis manos comenzaron a sudar por el éxtasis y la emoción vertida en esta acción, de hecho, conforme me acercaba a aquella reja donde por primera vez la vi, sentía aumentadas de manera casi insostenible cada una de las sensaciones que el inconciente vertía, casi como un juego, en mi cuerpo.


Pero todas las emociones fueron arrancadas de improviso al encontrarme nuevamente frente a esa reja, protectora de aquel hogar, para encontrarme con un personaje ajeno a aquella imagen que había asediado y perseguido indiscretamente mi cabeza una y otra vez, y que hacía las veces de guardián del lugar. Con ello fueron frenados todos los deseos de posesión para hacer aflorar en mí una gran frustración.


No tuve tiempo siquiera para detenerme a entablar dialogo alguno ni conciencia en aquel receptor con aspecto y actitud inconvencible. Continué caminando para llegar de una vez por todas a mi hogar.


finalmente termine haciendolo de todas formas pese al peso de la conciencia y la moral

espero que te haya gustado aquel regalo de cumpleaños...