A la par con nuestros pasos mi respiración contribuía a la niebla que recortaba nuestras siluetas a las tres de la madrugada.
La verdad caminábamos sin rumbo, y pese a haber planeado este encuentro nocturno durante varias semanas, un extraño temor se apoderaba de ambos.
El recuerdo de su pareja aun atormentaba sus recuerdos, incluso me atormentaba a mí, con el solo hecho de imaginar la situación que podría desencadenar, pero ya era demasiado tarde.
Finalmente y sin querer nos detuvimos frente a una casa de dos pisos que, con las luces encendidas a la entrada, aguardaba pacientemente la llegada furtiva de dos jóvenes e inexpertos amantes; nosotros.
No dudamos en aceptar la sutil invitación e insinuación que aquellas luces tenues hacían, para sumergirnos una y otra vez en la más espesa oscuridad, y llevar a cabo los deseos más ocultos y cubiertos de pudor que alguien pudiera imaginar…
Pronto entendimos que lo íbamos abandonando, y del todo; habíamos dejando fuera ya a aquel tortuoso recuerdo de aquellos días en los que aún no nos conocíamos.
¿Realmente nos habrá abandonado?...