domingo, 29 de mayo de 2011

Estación.


Un beso antes y luego del viaje para encontrarnos, a solas, junto a las puertas de la casa de campo donde, juntos, pudimos haber crecido; nos seguimos mirando cómplices y extasiados de pasión.


Un aroma nuevo y la suave brisa del aleteo de una mariposa que a ratos se acerca, para luego volver a confundirse con las miles de flores y hierbas que adornan los costados del pequeño camino adoquinado, que se extiende desde nuestros pies para perderse más allá del horizonte.


Un ruido extraño, pero para nada desagradable, rompe el silencio y da paso a una majestuosa aparición que, conforme se acerca, hace volar flores y uno que otro diente de león, y deja al descubierto los oxidados fierros que le sirven de riel; nuestras manos, más que nunca, se empeñan en mantenerse unidas.


Una nube huye a gran velocidad y entrega un nuevo matiz al ya anaranjado cielo.


Frente a nuestros ojos se suceden uno a uno los vagones, a gran velocidad, mientras nuestros cabellos se confunden siguiendo un frenético compás… tu vestido no se quiere quedar atrás.


Nos volvemos a mirar y de nuestro labios florece un nuevo beso que, con nostalgia, a ratos, entiende que esto jamás se repetirá.