El medio en una calma absoluta.
El cielo obscuro pero hoy no hay estrellas, ni luna, ni frío, ni viento; mientras ella emerge sutilmente a la par con mi respiración.
Mi espalda se acostumbra a las irregularidades de la tierra, a una que otra piedrecilla al nacer y a las distintas presiones a las que mi cuerpo se ve sometido.
La siento respirar y murmurar algo familiar pero ajeno a aquel idioma natal, si es que existió alguno.
Comprendo sin entender las palabras y decido unirme a la comunicación desenfrenada comenzada por ambos cuerpos.
De pronto el zinc de una cabaña cercana comienza a vibrar, tratando de apresurarse en dar la alarma, pero ya es demasiado tarde pues dos cuerpos yacen a solo metros de esta cubiertos por tierra, sudor y agua.
¡Poned a salvo de la tormenta a aquel profanador!