viernes, 10 de diciembre de 2010

Calafquén


Las doce de la noche ya son parte de un fugaz recuerdo mientras las aguas que cubren mis pies, pese a lo frio del ambiente, no parecen estar tan frías. Paso a paso me alejo más de su ropa y la mía en la playa.

Camino desnudo hacia los brazos abiertos del amor que paciente espera con el agua cubriendo a ratos sus jóvenes pechos desnudos… a fin de cuentas no es realmente importante, pues ver su rostro iluminado por la luz de la noche reflejándose en la superficie del lago ya es suficiente para enloquecerme y hacerme presa de la lujuria y el placer; pero el agua parece oponer resistencia a cada uno de mis pasos.

Me sobrepongo a ello; su cuerpo desnudo menciona sutilmente mi nombre al cálido viento y a las ondas que de ella se alejan.

Sobre mi espalda recorre el primer escalofrío cuando el agua cubre casi por completo ya mis piernas; es momento de respirar hondo y, pese a la inseguridad que me inspira la oscuridad, continuo caminando con la vista perdida en el azul de sus ojos que constantes me llaman, a estas alturas, con clara impaciencia.

Doy un par de pasos para luego sumergirme en las oscuras aguas, donde ya mis ojos no ven cosa alguna, solo sé qué dirección seguir para renacer justamente frente a ella; mientras subo mi barbilla rosa su piel.

Nos encontramos frente a frente y un beso marca el inicio para poco a poco ir desapareciendo el uno en los ojos del otro.



No dejes que desaparezca del brillo de tus ojos.