El paisaje etéreo de color naranja, frente a sus grandes
ojos color miel, parece unirse al color sutil de su vestido de cuerpo entero, que
a su vez deja su cuello y gran parte de su espalda al descubierto.
Sus pies se aventuran, descalzos, a dar los primeros pasos
mientras su figura se alza con más
pasión, incluso, que la propia Venus al atardecer.
La eterna avenida cae bajo sus pies para perderse más allá
del mismo horizonte junto a sus pensamientos, sueños y proyecciones, mientras su actitud afirma,
a todas luces, no titubear ni dar siquiera un paso atrás para recoger los
despojos dejados a su paso.
Es muy evidente...
Buen escrito, me gusta la sutileza que usas para describir a ella y el atardecer, un abrazo compadre, saludos!
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